miércoles, 11 de septiembre de 2019

11 septiembre de 1973. El golpe en chile rodea a Perón de dictaduras

 


Como su amigo personal Juan Peron, Salvador Allende (en la foto con su propio Lopez Rega, peor que aquel, su hombre de confianza Augusto Pinochet) creía en la unidad de los pueblos por encima de quienes fueran sus gobernantes (sus relaciones con los paises vecinos -todos con gobiernos de facto- es el ejemplo). A eso le temía el imperialismo que se ocupaba de promover las dictaduras y dictadores. Los laboratorios de la CIA desarrollaban, además, campañas con argumentos que cundieran entre el progresismo y la izquierda para fustigar a los lideres y dirigentes nacionalistas. La idea siempre fue aislar a los pueblos. Las peores críticas (y abandono) las recibió Allende de esos sectores, presuntamente combativos. Pero, por encima de todo eso, Salvador Allende demostró entregando su vida por su pueblo quién se beneficiaba con su caida. El asesinato de Allende, a pocos dias de las elecciones democráticas en Argentina, era un mensaje directo que le hacia el Departamento de Estado de los EEUU a Juan Peron que decía que no estaban dispuestos a permitir una revolución en paz en su "patio trasero". Dos semanas después lo reforzaría con el asesinato de Rucci. Con el magnicidio de Allende se consumaba el acoso a la única república en pie de la región que Peron defendió con inteligencia y visión estratégica ganando cada dia de democracia hasta su último dia de vida. En Allende asesinaban al amigo y al socio perfecto de Peron para esos dias. Por eso la sangre derramada ese 11 de septiembre de 1973 es nuestra. Abrazo al pueblo hermano de Chile por esta pérdida de la Patria Grande. COMPAÑERO Salvador Allende, siempre presente en la lucha de los Pueblos.

viernes, 16 de agosto de 2019

LA ESPERA ES UN PRIVILEGIO DE CLASE(desafios del FdT después de las PASO)

 



El Frente de Todos se encuentra, por la desventura del Pueblo argentino, en el lugar oportuno y en el momento apropiado. Sin haber sido, objetivamente, oposición al gobierno oligárquico que demolió día por día la soberanía económica y política de nuestro país, con énfasis en la destrucción del poder adquisitivo de los ingresos y la aniquilación de los derechos sociales y culturales, recibió por repudio el beneficio de los votos contra Macri.

Una campaña enjuagada en la que el drama social estuvo ausente y el marketing fue prioridad, eludió la política y –por lo tanto– el urgente programa de salvación de la Patria con explícitos puntos de consenso mediante los cuales llamar al diálogo patriótico. Fue el recurso para evitar hablar de su ausencia, mientras millones de familias caían en la escala socioeconómica, subía dramáticamente la tasa de suicidios y se alcanzaba la cifra insoslayable del 50% de niños en pobreza.
La estrategia cobarde de disimular peronismo y la metodología deplorable del dedo, la rosca y la proscripción al momento de conformar las listas, contó con la tolerancia del electorado, urgido de hacer mediante las urnas lo que la política no hizo en lo concreto.
Lo mejor de la política, su militancia real, territorial, social, sindical, solidaria, activa y con vocación de servicio –quienes dan a la política–, resultó agraviada y herida por quienes se sirven de la política.
Una sola clase social se apropió de la agenda electoral y todo el espectro de partidos compartió la misma agenda, con los temas de micropolítica instalados por los medios de manipulación de masas y las redes virtuales para promover la fragmentación social.
En este contexto, el Pueblo se expresó en defensa propia, con furia y en contra.
El resultado de las PASO es contundente y alentador, pero yerra con error fatal quien interprete que ese voto fue el resultado de un acierto de campaña. El escrutinio del domingo revela la nueva edición del “voto contra” e implica un desafío para el que recibió la gracia de esa bronca.
Mientras este comunicador escribe, supera el centenar de veces que recibe un mensaje por redes llamando a desmovilizar. Una advertencia contra un presunto llamado a derrocar a Macri que nadie recibió. El equipo de manipulación de masas –de Durán B o de la CIA– se previene de una eventual pueblada, cuando en tiempo inminente la debacle económica produzca desabastecimiento de comida y medicamentos: el corralito social.
La inmadurez política del liberal progresismo resulta funcional a la usina del macrismo y ya avisa que se quedará en su casa si el Pueblo estalla. Si el plan tiene éxito, abonará al sueño del establishment de evitar épicas populares que son característica histórica contra la tiranía y que encontraron su cénit el 25 de mayo, el 17 de octubre, en el cordobazo o en las jornadas de diciembre de 2001.
El Pueblo saldrá a la calle cuando quiera, porque no necesita un grupo de WhatsApp que lo convoque.
La clase política se negó por tres años y medio a cumplir el mandato de las urnas, que en la misma fecha elige quién gobierna y quién debe ser oposición. Por eso su discurso niega que el movimiento obrero organizado le hizo seis paros generales a Macri y que todos los días hubo sindicatos en la calle y en la lucha, como también los organismos de derechos humanos en cada ocasión medular, como los 24 de marzo y cuando la Maldita Corte sancionó el 2×1 para los genocidas.
La información recopilada por la Correpi estima un promedio de 400 muertos por año en represión. Son diez veces por año los muertos de diciembre de 2001, que se pone como argumento para desmovilizar. Pero la movilización popular es espontánea y no se produce porque lo convoque una “dirigencia”, sino por la ausencia de una dirigencia.
Si el Frente Todos interpreta el lugar en el que lo puso el voto reciente, deberá tomar la iniciativa para evitar esas muertes. Y tomar esa iniciativa es ponerle freno a esta última etapa de saqueo que comenzó al día siguiente de la jornada electoral.
La contundencia del resultado electoral es mandato y respaldo para medidas políticas urgentes. El frente ganador debe llamar ya a un diálogo que incluya a todo el espectro democrático, los sindicatos, las organizaciones sociales y la Iglesia, para ordenar la transición o reclamar el adelanto electoral para salvar a las víctimas terminales del gobierno oligárquico.
No se puede esperar. La espera es un privilegio de clase. Mientras la política espera, los pobres sufren, mueren o se suicidan.
“Para los hombres de coraje se hicieron las empresas”, enseñó el padre de la Patria, José de San Martín. Será decisión de la representación política argentina si está a la altura del momento histórico, o si representará una nueva desilusión que rescate del archivo el telegrama de despido que el Pueblo mandó en 2001, que rezaba simple: “que se vayan todos”. El fin de la política será, entonces y por fin, la privatización de la política y los funerales de la democracia

@arielmagirena

martes, 16 de julio de 2019

INGRESO UNIVERSAL, SERVICIO CÍVICO VOLUNTARIO Y CAPITALISMO EXTREMO.



Para terminar con el "costo laboral" terminarán con el trabajo.
Soros y las fundaciones pretendidamente "humanistas" -que financian la reducción poblacional y la fragmentación social, y promueven la transculturación y transexualidad- alientan en el mundo el "ingreso universal", para la subsistencia de los que no forman parte del plan de la etapa superior del capitalismo.
De ese modo limitarán la protesta y solventarán a los sobrevivientes mansos, mientras la humanidad llega al mínimo ideal. En el caso argentino, chocan con la oligarquía que acuña un odio patológico contra los pobres y asalariados, desde que alcanzaron sus derechos y protagonismo con el peronismo. Intenta obedecer ese mandato, pero a cambio de una "contraprestación" con salidas como la del "servicio cívico voluntario" para jóvenes, a quienes arrancarán de sus hogares y geografías y mantendrán controlados (aunque ellos dirán que los "contienen" y dan oficio).
Hoy, ejecutado el ajuste brutal por encima de las exigencias del FMI, el progresismo le rinde mucho mejor al capitalismo, pero los dueños del poder real permanecen con relativa lealtad a la clase cipaya que siempre le sirvió. Lo único que lo mella es la organización de los trabajadores y el peronismo, al que tienen oportuna y generosamente infectado de micropolítica y marketing.
Una sola clase social hegemoniza la política en nuestro país, y el resultado es que la agenda que abarca todo el espectro electoral tiene eje en reivindicaciones micro y de sector, habiendo arrasado con las de interés social.
Para consumar con éxito su cometido necesitan terminar con la cultura de derechos y alentar la cultura del ego en la que "uno/a" está habilitado a hacer cualquier cosa para "ser" y si no lo entiende debe "deconstruirse", que es el neologismo que propone la renuncia y la destrucción.
La cura a esta pandemia liberal (progre o conserva) sigue siendo el nacionalismo popular revolucionario que expresa desde hacen 3/4 de siglo la doctrina justicialista.