domingo, 23 de febrero de 2025

Ideales e intereses en la política argentina

 

Una doctrina dictada por el pueblo. Así definió Perón los fundamentos para terminar con los efectos destructores del capitalismo y construir Nación en uno de los países más ricos en recursos estratégicos del planeta, nuestra Argentina. La elocuencia de su proyecto y la eficacia de su ejecución le permitió ser elegido 3 veces Presidente en elecciones libres (nadie más alcanzó esa distinción). Pero también le mereció el odio de los privilegiados por el modelo colonial que no pudo terminar de demoler, en el tránsito de consumar “la felicidad del pueblo y la grandeza de la nación”, en un trípode blindado e irrenunciable: justicia social, soberanía política e independencia económica.

Perón fue un hombre de acción y ejemplo. El máximo ideólogo de la revolución que en 1943 puso fin a la década infame: 13 años de gobiernos conservadores, con elecciones manipuladas para impedir el triunfo del radicalismo derrocado con el golpe a Yrigoyen. Una farsa confesada bajo el nombre de “fraude patriótico”, que definitivamente conformaba una falsificación de la democracia.

Los dos años anteriores al acontecimiento de masas más importante de nuestra historia (el 17 de octubre del '45), realizó el trabajo de preparación formando los 100.000 predicadores que dieron sustancia al movimiento. 

No fue Perón a dar la copa de leche a ningún comedor ni organizó ninguna olla popular, ni se "arremangó" o "metió los pies en el barro" (metáforas del progresismo pobrista para enjuagar sus cargos de conciencia pequebú). Construyó la posibilidad de una democracia real de contenido social desde la que instituyó la mayoría de los derechos de cuyos jirones apenas disfrutamos.

No existe cosecha sin siembra. Nuestra bendita tierra ha sido devastada y sin los que plantan la semilla el sueño de comer los frutos se sostiene en la fantasía farisea de la providencia celestial, que cancela el mandato de ganar el pan con sudor. Por el contrario, hay una guerra por el sentido que alienta la mentira, la confusión y la fragmentación. Sobran los diletantes criticando la crítica y la propuesta. El desmedro del trabajo espiritual (cuando es de otro) cómo si quien juzga fuese moralmente superior. No hacen, lo que piden a los demás, pero se autocomplacen en su propio relato.

Perón, autor de la filosofía que expresa y propone la comunidad organizada, cumplió su papel de líder y estratega que nadie equiparó, mientras Evita -sin ocupar jamás cargo alguno en el gobierno- se desveló en los territorios entregando su cuerpo y salud en horas de esfuerzo en los que dejó la vida. Pareciera que para algunos son cualidades incompatibles, cuando son complementarias: la síntesis política de la Comunidad Organizada. 

“Por último los hombres”, dicta la octava de las 20 verdades peronistas. Pero, en el imperio del individualismo promovido, la política se resume en disputa de nombres por encima de los proyectos.

La egolatría es blasfema. Suplanta la autoridad; de dios o del pueblo. Categoriza con capricho el esfuerzo de los que trabajan por el bien común. Su capricho ensalza al maestro sobre el obrero como puede poner al operario sobre el científico. Contradice la doctrina, según la cual NO SOBRA NADIE.

Así, estamos perdiendo peronismo. No es nuevo. Más bien formó parte del peronismo como ciertos déficits en la personalidad de cada individuo, pero esta vez parece tener una dimensión suicida. El peronismo -identidad de la Patria y del Pueblo- resucitará cuando, en cada vez más de nosotros, el egoísmo ceda y nos aceptemos como pares (semejantes, nos llama la Biblia). Sabiendo que cada quien es valioso, con y en, lo que hace. Se es comunidad confluyendo y no compitiendo. 

Dijo Perón: "cuando aparece un hombre de nuestro Movimiento que lucha contra otro hombre de nuestro Movimiento puede ser lo que dice Mao, «que se haya pasado al bando contrario». Pero generalmente defiende un interés, no un ideal, porque el que defiende un ideal no puede tener controversias con otro que defiende el mismo ideal".


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