Meterse en la política y hacer negocios es para cualquiera. Se puede participar del paradigma prebendario de la política siento un mediocre, un obsecuente, un adulón o un lelo. La mayoría de los que militan ese paradigma de la política es asi.
La política como campo de lucha por la justicia social y como mecanismo pacífico de participar del debate republicano no es para cualquiera. A Evita, a Perón y a Kirchner les costó su salud, a la que pusieron en lugar subalterno respecto de sus compromisos explícitos.
A Isabel le costó la cárcel más larga que jamás haya sufrido un expresidente en un régimen en el que fue torturada psicológica y moralmente, vejada en su pudor y convicciones y acosada con el fin de que presentara la renuncia que nunca firmó.
A muchos militantes de la revolución peronista les costó la vida, la libertad, el exilio, la clandestinidad, la tortura.
Antes, a Bordavehere le costó un balazo en el pecho cuando interpuso su cuerpo a la bala que tenía como destino a Lisandro de La torre. A Yrigoyen, los juicios por traición a la Patria. A tantos radicales nacionales, las amenazas de la triple A (que era la CIA).
Recuerdo que durante la dictadura las familias argentinas recomendaban a sus cachorros que "no te metas en política" porque significaba un riesgo de muerte.
Hoy no hay esos riesgos en la militancia política, si no se molesta a alguien que pisa fuerte en la política. Pero existen otros riesgos que muestran la cara más mafiosa de la política y eso no sólo necesita militantes convencidos sino valientes.
En el mundo hemos visto políticos gobernar una vez para el pueblo y luego regresar en otro mandato para servir a la oligarquía.
El venezolano Carlos Andrés Pérez era el ejemplo del progresismo blanco y populista latinoamericano conduciendo una Venezuela floreciente en los 70 y regresó liberal en los 90. Del mismo modo los argentinos que padecíamos al padre de la hiperinflación y destrucción del Estado, Raúl Alfonsín, cantábamos como un ruego "Patria querida danos un Presidente como Alan García", al que vimos regresar también liberal y corrupto, al frente del Perú. Un giro tan atroz en sus convicciones políticas, que decidió poner fin a su vida para no tener que responder las acusaciones gravísimas que le importaron por su segunda presidencia.
Vivimos tiempos de posverdad: de hegemonía del marketing sobre (y reemplazando) la política; de segmentación del discurso y de disonancia cognitiva.
Llamamos grandes estrategias a las que nos llevaron a la derrota por 5 contiendas electorales consecutivas y nos asombramos con el destino elocuente e irrefutable de que quién consiguiera (durante la conducción de su marido y líder) la primavera económica y social del siglo 21 hoy tiene un rol meramente declamativo en el gobierno que es suyo y que empeoró todos los registros económicos y sociales del macrismo, continuando sus mismos planes (los del FMI).
La interna del modelo colonial acordó poner la lupa en el barrio más tradicional y paquete de la Capital para que el ajuste más salvaje cometido en este milenio se lleve los últimos jirones del asistencialismo populista con el que mantienen entretenidos a los pobres que se dejan representar por determinados clubes de pobres.
Cada día la calle se llena de protestas que los medios desprecian en su discurso. Cada día las familias argentinas se obligan al ajuste propio para no caer, o no sumergirse peor, en la pobreza con la que este gobierno castiga a uno de los países más ricos en recursos del planeta en un momento de privilegio para el comercio exterior.
Los récords de exportaciones y de ingreso de divisas con niveles históricos, terminan de desnudar el mecanismo de saqueo que está funcionando con la facilitación del gobierno a sus socios que pronto serán los socios del próximo gobierno, que tendrá el mismo plan.
Ya no necesitamos políticos. Tenemos, de sobra, los que se enriquecen simplemente dejando hacer. Peor aún, que los que se corrompen.
Los soberbios sueñan con una nueva oportunidad pero se conforman con seguir en el reparto.
Al año de su derrocamiento, Perón declaraba que "no fuimos derrocados sino que caímos por nuestras claudicaciones, nuestro aburguesamiento. Vi yo, en ese momento, que debíamos proponernos una refundación pero con otra tónica, otra moral. Con quienes sepan y estén dispuestos a aceptar que la política es servicio y no una ganga".
Malditos sean los que juegan con nuestros sueños y apuestan con nuestras vidas como pago. Kirchner solía decir que los problemas de la política se resuelven con más política. Hoy la política es la máscara del marketing. Hemos aceptado que se puede prometer y no cumplir y hay quienes están dispuestos a defenderlos.
Pedir perdón con sinceridad alcanza para reparar una historia de amor. Para eso hay que bajarse de la soberbia y proponer el abrazo. Decía Sabina en su canción que "duermo y dejo la puerta de mi habitación abierta por si acaso se te ocurre regresar" y cierra con un argumento que justifica su esperanza: "más raro fue aquel verano que no paró de nevar".
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