martes, 21 de septiembre de 2010

Lo que vale la palabra (fundamentacion de la Ley Papel Prensa)


(Exposición en la audiencia del martes 21 de septiembre sobre el proyecto de declaración de interés público de la producción y distribución de papel para diarios)

 Por: Ariel Magirena 

 “Controlar el papel es controlar la información” (comunicado oficial publicado por Clarín y La Nación el 24 de Agosto de 2010) No quedan en el mundo dudas sobre el daño que producen los monopolios. De hecho la legislación de los países más avanzados es contundente en ese respecto obligando a las empresas o grupos empresarios que toman estado dominante a deshacerse de activos, compartir tecnología o mercado con sus competidores, abonar multas multimillonarias o hasta desactivarse. Una empresa dominante se vuelve inmediatamente sospechosa y se investigan sus ramificaciones posibles y sus testaferros. Claro que ese no es el caso de nuestro país en el que le alcanza a una empresa con tener ese estatus de dominio para tener impunidad. La conformación actual del capital modificó las estructuras y la consideración acerca de la propiedad, y nunca una empresa dominante es solamente esa empresa: sus acciones pertenecen a grupos capitalistas diversos o posee esta empresa acciones de otras que no tienen, o si, que ver con su rubro. Esta realidad se instaló como sistema o, en la vieja sociología, como régimen, habilitando, para el desarrollo y la expansión del capital, nuevas estrategias que consigan no solo crear el objeto para consumo, base del sistema mercantil, sino el sujeto para esos objetos. Y en el vértice de estas estrategias esta -como este parlamento discutió profundo y la sociedad argentina también, cuando el debate por la aprobada Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual-, en los medios de comunicación masiva. Pese a las posibilidades que otorgan las nuevas tecnologías para tratar en ámbitos de fácil acceso cualquier tópico informativo, y pese al, anunciado como inminente, fin del periódico de papel, los especialistas y también los comunicadores, confiesan que siguen siendo los diarios los que marcan la agenda periodística, que es la gran manipuladora del humor social, inmiscuyéndose en la política, la cultura, el consumo o hasta la moral. No quiero faltarles el respeto explicando el modo en que los monopolios se cargan toda competencia destruyéndola o fagocitándola para consolidarse y cuáles son los costos de eso. Pero lamentablemente debo hacer hincapié en un aspecto sobre el cual destacados legisladores y dirigentes políticos trocan en manipuladores del relato para ocultar una realidad grosera: el esquema de concentración de medios de nuestro país nació de la posibilidad de un oligopolio de asociarse para crear un monopolio para someter a la prensa escrita en todo el territorio. Los modos fueron explicados aquí por los representantes de los diarios del interior pero también por grandes e históricos diarios nacionales como Crónica. Del mismo modo que lo hizo en su momento el fundador de otro diario grande, Ámbito Financiero, Julio Ramos y que quedo como legado en su denuncia-libro “los cerrojos a la prensa”. Por supuesto que la mayor gravedad de la consumación de este monopolio la expone sin dudas la metodología mediante la cual se obtuvo, en una sociedad que incluyó a empresarios con el Estado terrorista instalado en 1976. El resultado, por todos visto, fue no sólo el referido sometimiento de la competencia, que es objetivamente en el caso de medios el asesinato de la libertad de expresión, sino la construcción de un verdadero imperio informativo satelizado en un elocuente modelo corporativo. El que la Argentina padece. Que se permite situaciones que de no ser tan dramáticas serian ridículas, como el caso Fibertel : una empresa que durante los últimos años dio un servicio para el cual carece de licencia. Algo así como que un electricista me colgara del poste de la esquina y me cobrara la luz!!! Como periodista necesito poner el alerta sobre lo que esto significa para las relaciones laborales ya que la impunidad ganada permite formas de explotación y de precarización atentatorias contra los derechos adquiridos por nuestro gremio, incluido el Estatuto del Periodista Profesional elaborado y aprobado por el parlamento peronista de 1946. Pero, además, la concentración de los medios, que es la concentración de los patrones, puede ahogar o favorecer, por caso sucesivo, sindicatos o burocracias. Alcanza sólo con la decisión de ser o no deudor de los aportes sindicales o sociales (apenas el riesgo de una multa o un larguísimo juicio). Aunque su poder le da también capacidad de compra y de corrupción; y los periodistas y trabajadores de prensa sabemos de qué hablamos aquí, cuando jugamos por estos días la democratización del sindicato que nos representa en el área metropolitana Buenos Aires. Quiero volver sobre un punto llamativo apenas mencionado líneas atrás. Se trata de la mirada apocalíptica en relación con el desarrollo de las comunicaciones de masas. Sorprendentemente los diarios mas importantes del mundo, entre ellos Clarín y Nación, alertan sobre la desaparición del periódico de papel. Foros internacionales y grandes consultoras parecen preocupados por el derrotero de un simple soporte para la información. Bajo ese supuesto, las empresas que tienen el monopolio de la producción del papel para diarios deberían estar felices ante la posibilidad de compartir pérdidas con otros hasta la muerte definitiva ya anunciada, mientras se consolidan en el nuevo modelo de mercado-web. Las mas prestigiosas universidades forman bajo el nuevo paradigma, mercantil y tecnológico a los nuevos periodistas. Pero es en realidad una trampa. No es una visión estratégica sino un plan. No es que sea inminente la virtualización de toda demanda de información, sino una visión de mercado con un marcado sentido ideológico. Están diseñando un mundo. Un mundo en el cual no importan aquellos que siguen siendo demoledora mayoría: quienes no tienen acceso a la última tecnología. Precisamente aquellos que, cuando tienen su lugar en los medios, son ridiculizados, estigmatizados o criminalizados. Y a los que, por fin, les quitarán el periódico. Lo que hicieron con el ahogo a los diarios del interior desde Papel Prensa. (Hago un paréntesis par señalar que advierte esta trampa el Gobierno Nacional que prepara a las nuevas generaciones para incluirlas y dotarlas frente a este diseño con planes como el “Conectar-igualdad.com.ar” que distribuirá cientos de miles de netbooks entre los estudiantes y que se convirtió en un nuevo derecho.) Mientras se argumenta este ridículo, que es como decretar que porque existe un cañón laser la flecha ha dejado de matar, se defiende con todos los recursos la propiedad monopólica de la producción del papel. Por qué? Porque el monopolio nació de un diario. Defender la posibilidad de acceso al papel es defender la diversidad de prensa. El concepto mismo de la opinión publicada surge de la imprenta y su apropiación es la apropiación de la metáfora y origen de la libertad de prensa. Pero veamos también de que modo este modelo de concentración complica al Estado: Primero criminal, administrado por una banda que concreto el golpe civico-militar en 1976. Luego abdicante, en los albores de la nueva democracia. Después concesivo, bajo el paradigma neo-liberal de los '90, y finalmente víctima, a merced de funcionarios infieles operando para los intereses corporativos, o con funcionarios leales cercados y sometidos a campañas sucias en los medios, en un contexto en el cual no hay pudor para violar la ley. Recordemos esa votación de los accionistas privados que quiso evitar el secretario de comercio interior con un acto de humor que incluía guantes de juguete, en la que se quiso quitar al Estado sus derechos de contralor, que debieron ser restituidos por la Justicia. Por eso debe crearse un marco legal a prueba de los caprichos o deficiencias de los gobiernos. Y es precisamente un gobierno, el que encabeza Cristina Kirchner, el que renuncia a ese privilegio, esa discrecionalidad, y propone que la cadena de producción y distribución de papel para periódicos sea categorizada como de interés público. Tiene este parlamento la oportunidad histórica de saldar esta vieja deuda de la democracia: en consideración de la sociedad argentina, en la consolidación de la cultura de derechos, en compromiso real con la república y en cumplimiento con el mandato constitucional que hace suyo el resguardo del acceso y la difusión de información.