domingo, 1 de marzo de 2020

ALBERTO Y EL VALOR DE LA PALABRA (apertura de sesiones 2020)

 


ALBERTO Y EL VALOR DE LA PALABRA
(apertura de sesiones 2020)
No existe el discurso perfecto que entiendan todos y diga todo. Sin embargo nadie sospecha que el Presidente Alberto Fernández no tenga dominio del suyo ni soberanía para decir y omitir según su voluntad, mucho menos en un discurso escrito de 47 páginas y 80 minutos para su primera apertura parlamentaria.
Como el pretendiente que aprovecha el error de su rival para seducir a su amada con la promesa de que “yo soy distinto”, en el momento actual de descrédito de la clase política (que se manifestó en una magra expresión de público en las afueras del palacio) el experimentado profesor abrió con referencias y condena a la devaluación de la palabra. El resultado fue una pieza oratoria notable y eficaz con recursos que consiguieron los efectos deseados evitando con habilidad mucha de la indispensable información sobre los alcances y medidas para abordar soluciones esperadas por elegidos sectores de la ciudadanía de los cuales intenta su apoyo o atención. Así la reforma judicial, la ley de aborto, el plan económico, la investigación de la deuda, los DDHH, la “batalla” por los hidrocarburos, el medio ambiente, el “campo” (con la graciosa inclusión en paridad de la oligarquía terrateniente a la que promete privilegios), la soberanía sobre las Islas Malvinas, la agenda 4-0, ciertas funciones de las FFAA, los 44 héroes del Submarino San Juan, la supresión de los gastos secretos de inteligencia, el atentado a la Amia, la lucha contra el narcotráfico y el crimen organizado y la agenda de género fueron títulos cuya bajada protagonizó una enunciación de intenciones en un relato mas adjetivo que sustantivo del que los mas concupiscentes propagandistas, desde la política y los medios, consideraron la picardía de jugar sin mostrar las cartas sin advertir que el juego sobre la mesa es ajedrez.
El primer acierto, que ilusionó al auditorio, fue la mención de muchos de los puntos que definen la crisis heredada. Con diplomacia y con sujeto tácito la deuda social, pública y política heredada fue argumento fuerza para definiciones vagas:
“Desde lo macroeconómico, nos fijamos objetivos fiscales y de política monetaria que buscamos alcanzar a partir de la renegociación de la deuda. Desde lo político, nos ocupamos antes que nada de los que han sido olvidados”.
Sin Presupuesto 2020 hasta lo que diga el capital extranjero y con una devaluación de facto como primera medida económica al asumir que benefició a los tenedores de divisas y demolió el poder adquisitivo del salario ya depreciado durante el macrato, sumado a desmedidos aumentos en los precios de la comida, la realidad contradice al Presidente con un dato que nadie puede negar: TODOS los muertos sociales de sus primeros 81 días son del sector de los “olvidados”.
Mientras tanto la continuidad en funciones de segundas y terceras líneas en organismos, dependencias y empresas del Estado que deja el gobierno oligárquico empeora la situación de los perseguidos, devaluados, acosados y hasta despedidos de ese mismo sector (que no tienen la consideración que los referidos grupos de los que el Presidente busca simpatía).
Ante el drama persistente, las medidas tomadas que fueron prolijamente propagandizadas en el discurso resultan insuficientes y en algunos de los casos antipáticas.
Al remarcar la gravedad del endeudamiento público y preguntarse a quiénes benefició y con qué mecanismos, le faltó la mención de si tiene la misma voluntad para enjuiciar a los responsables como la que expresa en relación con el pago de la deuda a la que califica de “insostenible” (en sintonía con los verdugos del FMI e invirtiendo de facto la relación de “quién le da la razón a quien” y es funcional a qué) pero no como ilegítima, fraudulenta y odiosa. Al menos para saber qué significa su frase de que “Esta es la hora de definir de qué lado va a estar cada uno. Nosotros estamos del lado del pueblo” mientras pide moderación cuando agita fantasmas con la conocida frase de que “algunos nos critican y nos piden más ajuste”.
Sigue Alberto reivindicando al aniquilador del Estado y primer presidente de este último ciclo institucional, Raul Alfonsín nada menos que para argumentar la necesidad de su modernización que, al parecer, pasa por expandir su burocratización creando nuevos cargos para la política a través de Consejos ad hoc. De hecho, en el discurso del presidente que se autodefine liberalprogresista lo mas cercano del peronismo, que lo ungió en su magistratura, fueron sendas frases del Papa Francisco y Perón.
Se hace grave e inocultable la declinación de la política en la Argentina y de ésta lo peor es la del último baluarte en pie, el peronismo, que perdió su característica movimientista con el genocidio (lo que fue aprovechado por quienes sacan provecho personal o sectario de la política).
El resultado es el hastío del Pueblo que ha decidido insistir en 2019 en el “voto castigo” que fue contundente en agosto y moderado en octubre, en su desesperanza alentada por los medios. Son lejanos como en una fantasía los días de republicanismo en los que los partidos tenían doctrina y proponían plataformas de gobierno a consideración de la ciudadanía. Mucho mas el ejemplo explícito y único de un peronismo proponiendo y cumpliendo sus planes quinquenales y trienal.
La casta política argentina, con su lógica de mercado, nos roba y posterga la discusión de un necesario y urgente plan de salvación nacional mientras nos distrae con discursos de diseño recitados con mejor o con peor voluntad de acuerdo con los dictados de los gurúes del marketing que acata y justifica cierta intelectualidad liberal autocomplaciente infectando y envenenando el sentido común. Tenemos los peronistas el antibiótico mas fácil, comprensible y adecuado que sintetizan nuestras 3 banderas y 20 verdades. El desafío es comprender, frente al plan de fragmentación social, lo que significa “todos”, “nosotros” y “mayoría” en la contradicción Patria o colonia.
Ariel Magirena