lunes, 31 de mayo de 2021

Soberano: el dueño de los votos (Desafíos del peronismo frente a las próximas elecciones)




Desafíos del peronismo frente a las próximas elecciones

Aunque el Partido Justicialista no lo advierta el Movimiento Peronista está en ebullición. Por primera vez un gobierno ungido por el voto peronista consigue, en menos de dos años de ejercicio, empeorar la situación socioeconómica que heredó, agregando a eso la incertidumbre que produce la ausencia explícita de un programa para salir de la crisis.

Mientras redunda y repite los errores de su predecesor, la elocuencia del panorama degrada la eficacia de los argumentos del tipo “pasaron cosas” aunque el principal de esos argumentos refiera al azote de una enfermedad mortal presente en todo el planeta. El resultado que cunde en la población es que la mencionada incertidumbre política local suma la producida por el Covid-19 a nivel global.

El Pueblo peronista (más que el electorado peronista) tiene como registro histórico la eficacia de la Doctrina Justicialista para enfrentar las crisis más graves -tengan motivos locales o internacionales- del mismo modo que conoce las prioridades explícitas en el transcurso de sus resoluciones.

No olvida que la Revolución Peronista emergió en un contexto de guerra mundial donde los muertos no fueron dos millones en un mundo de 7.500 millones sino 60 millones en un mundo de 2.000 millones. Un contexto en el que las poblaciones de 3 continentes no podían “quedarse en casa” porque sus casas -como sus países- estaban convertidas en escombros. Contexto en el que esos países eran -también y empeorando nuestra situación- precisamente nuestros mercados; a los cuales la Argentina de Perón debió asistir con ayuda alimentaria y crédito sabiendo que los muertos no compran  (antecedente del fundamento que -al siglo siguiente y en condiciones inversas- pronunciaría Néstor Kirchner a los acreedores del fraude de deuda soberana: “los muertos no pagan”). Y que el al mismo tiempo que lidió con ese mundo resolvió la injusticia que había modelizado la década infame transformando a un país exportador de porotos en una de las 10 potencias más importantes del mundo, capaz de desarrollar industria pesada, energía nuclear para la paz, el avión de máxima tecnología conocida y la cuarta flota mercante del planeta además de la sociedad más justa y equitativa conocida. (Esto en sólo una década).

Sabemos lo que ocurrió desde el golpe del ‘55 gracias a la colisión violenta e inconciliable entre el proyecto colonial y el patriótico que culminó en el genocidio que precedió al retorno institucional de 1983 -sería ocioso detenernos en eso- pero hoy la moneda nacional y su poder de compra ocupan el peor registro del continente sólo superado por Venezuela. Por primera vez el peso vale menos que la moneda de Haití, el país más pobre de este lado del mundo, carente de recursos propios y azotado por catástrofes climáticas y geológicas incomparables con las que alguna vez golpearan nuestro país. Sin embargo, el dato más dramático para un gobierno de un frente cuyo caudal electoral es mayoritariamente peronista es que 2 de cada 3 niños viven en pobreza en un país prácticamente despoblado y con recursos de sobra para la vida digna de sus habitantes.

Las razones que aparecen en el debate actual atribuyen esta situación crítica -más que a tibieza y a mala praxis- a la ausencia grave de los tópicos principales del peronismo en el poder: 1) un Estado fuerte y con autoridad como árbitro de las relaciones sociales y económicas (con la justicia social como fin), y 2) el trabajo como articulador y generador de riqueza y desarrollo.

Las contradicciones en el ejercicio de gobierno de Fernández -incluidos sus idas y retrocesos- son atribuidas por sus funcionarios y adeptos a la “diversidad de la composición” del frente electoral, lo que es exactamente lo contrario del argumento de campaña que decía que se trataba de “la unidad” del peronismo. Así, el Movimiento Peronista (convidado de piedra de quienes se hicieron de la conducción del Partido Justicialista sin internas ni voto de los afiliados desde hace 3 décadas) enfrenta un escenario electoral también incierto por la posposición de las PASO y la sospecha de que el FdT pueda repetir las maniobras de proscripción a eventuales listas que quisieran contender. El contexto empeora si advertimos que, falto de alternativas que lo entusiasmen “a favor”, el electorado viene optando por votar “en contra”.

Cuando podría repetirse a nivel nacional la posibilidad de un peronismo dividido (esta vez en al menos 4 listas) enfrentando en las parlamentarias a una Alianza Cambiemos capaz de conservar la mayoría de sus votos de 2019, el desafío del peronismo es recuperar la centralidad política posponiendo el negocio electoralero.

Tras la experiencia del FdT conformado después de graves acusaciones cruzadas de sus miembros acerca de quiénes son y no son peronistas carecen de sentido todas las consideraciones sectarias. Nadie más autorizado que Perón, al regreso de su exilio,  cuando declaró que no existen nuevos rótulos que nos definen y que somos “lo que las 20 verdades” dicen.

Más temprano que de inmediato el peronismo debe discutir el programa de salvación nacional llamando a la conformación de un frente patriótico y popular: lo que se debió hacer para las últimas elecciones presidenciales y reemplazó por promesas que se volvieron mentiras por incumplidas. Sin necesidad de llamados de una dirigencia que no dirige, de cara al Pueblo y a modo de cabildos abiertos para garantizar participación masiva y evitar el aparateo de los “círculos políticos” y “caudillos” de los que nos advirtiera Perón en esas 20 Verdades.

Los autopercibidos pragmáticos y la desacreditada clase política -cada vez más repudiada- reiterarán, seguramente, el argumento obturante y censor de que “no dan los tiempos”. Lo hacen frente a cada elección mientras los que no pueden más sufren y mueren. Es su modo habitual de ocultar -por obcecada negación- que nunca se alcanza lo que jamás se comienza.

@Arielmagirena

Soberano: el dueño de los votos - Revista Mugica

martes, 18 de mayo de 2021

De “nunca menos” a “no se puede” (desafíos para una dirigencia que no dirige)

 

El valor del kirchnerismo es el de restaurar el proyecto de Perón después de que el peronismo fuera víctima de un genocidio precedido de proscripción, fusilamientos, prisión y bombardeos. La CIA y sus socios locales se ocuparon bien de que la reinstitucionalización de 1983 encontrara al peronismo con sus cuadros muertos, desaparecidos, clandestinos, presos o en el exilio. Con los puentes dinamitados no hubo vínculo entre la generación diezmada y una nueva generación peronista y el Partido Justicialista fue conducido por los que la masacre eligió para sobrevivir o los que zafaron. Así fue fácil infiltrarlo y coronar a los traidores. No podemos olvidar que la UCD -el partido de la derecha que por fin había logrado expresión electoral- se suicidó para darle al menemismo los funcionarios que necesitaba. Cuando se omite esto -para hacer una crítica al peronismo o para negarlo- se tributa a favor del exterminio y el plan de borrar al peronismo de la historia.

Ya nos dijo Rodolfo Walsh que “nuestras clases dominantes han procurado siempre que los trabajadores no tengan historia, no tengan doctrina, no tengan héroes y mártires. Cada lucha debe empezar de nuevo, separada de las luchas anteriores: la experiencia colectiva se pierde, las lecciones se olvidan. La historia parece así como propiedad privada cuyos dueños son los dueños de todas las otras cosas.” 

Recién cuando se distribuyan 3 millones de hectáreas entre cooperativas y familias, cuando se construyan 8 mil escuelas en Argentina y países hermanos como Bolivia, Paraguay y Colombia, cuando la tasa de desempleo sea cero, cuando no haya ni un sólo niño en la calle, cuando el Banco hipotecario entregue viviendas atendiendo a todos las 24 horas, cuando al menos una rama de la producción esté completamente en manos de cooperativas, cuando seamos el cuarto país del mundo en desarrollar un avión de la máxima tecnología conocida, cuando la salud sea absolutamente gratuita y disponible para todos, cuando tengamos los astilleros más grandes de la región y la cuarta flota mercante del mundo, cuando se dicte una constitución revolucionaria que consagre los derechos sociales subordinando la propiedad privada al interés colectivo, cuando los recursos estratégicos sean nacionales e intransferibles, cuando la banca y el comercio exterior sean nacionales, cuando los trabajadores participen del control y de las ganancias de las empresas, cuando el frente popular abarque desde conservadores populares como Solano Lima o Cámpora, nacionalistas como Roza, Walsh o Carlino, socialistas como Borlenghi, comunistas como Puiggrós o Bel Gelbard, marxistas de cuño como Cooke, o Hernández Arregui, radicales como Manzi o Jauretche y troskistas como Abelardo Ramos, más el movimiento obrero organizado -con sus dirigentes socialistas, comunistas y anarquistas-, el sector nacionalista de las Fuerzas Armadas y el movimiento indigenista -entre otros muchos que la indignación no me permite ahora recordar ahora-, entonces habremos llegado al piso del peronismo y soñar con profundizarlo o superarlo. Mientras tanto habremos sido, venturosamente y por la calidad de la conducción de Néstor Kirchner, la reedición moderada del nacionalismo popular en tránsito -hoy interrumpido- a la recuperación de la Patria Peronista.

Negar la identidad política del único movimiento revolucionario de la Argentina es entregarse de regalo.

¿Acaso Francisco es más que Jesús por tomar medidas nuevas en un mundo distinto?

Néstor Kirchner decía claro que “somos peronistas, nos llaman kirchneristas para bajarnos el precio”.

Kirchnerismo ES peronismo. NO ES más que el peronismo. 

El argumento acerca de la “superación” del peronismo es una proclama de clase. Es el ruego por suspender las transformaciones y obturar la recuperación de nuestros derechos arrebatados con sangre y con dolor que hace una clase media satisfecha (y el liberal-progresismo que la representa) porque se da por pagada reivindicando políticas subsidiarias y reformas meras como paliativos a las clases siempre postergadas. Es la confesión del interés NULO que tiene por la justicia social una clase que recibió los beneficios del modelo. Es el conformismo oponiéndose a la profundización.

Por primera vez en nuestra historia un gobierno asumido con el voto peronista justifica en una crisis global la ejecución de un programa de ajuste que empeora la tragedia económica, social y política que hereda.

“Crisis es oportunidad”.

Es urgente la toma de medidas que reivindiquen y devuelvan el camino que señalan nuestras banderas de justicia social, soberanía política e independencia económica.

“No se puede” es la proclama de los cobardes.

Maradona el día en que lloramos todos

(publicado el 25 de noviembre de 2020 en Argentinasocial.ar: http://argentinasocial.ar/maradona-el-dia-en-que-lloramos-todos/) Fotografia, Mural homenaje en el bario portelo de San Telmo)



No te necesitábamos peronista, Diego. Alcanzaba con todo lo que eras y como nos representabas  en nuestras pasiones y en nuestras contradicciones;  es ahí donde el hecho de que fueras peronista se hizo inexorable.

Fuiste nuestro espejo y ejemplo. Aprendimos con vos y tus dolores mientras te mostrabas como eras, sin especulación ni disfraces.

Cuántas veces quise ser vos por lo que decías más que como jugabas, que era absolutamente inalcanzable para otro ser humano.

Un Dios plebeyo y vengador que se atrevió a ser hombre y se cargó en sus titánicas espaldas lo que la clase política no se atrevió ni hoy se atreve.

Habrá la posibilidad de un manifiesto antiimperialista más contundente y ético que jugarse la moral burguesa por amor a la Patria contra los ingleses y –consumado- expiarlo con un gol que fue el poema  más bello y épico de la historia del fútbol?

Se atrevió dirigente alguno a poner el cuerpo, la voz, la imagen y su prestigio en oponerse al saqueo mientras la política se repartía entre los que traicionaron el mandato popular de ser oposición y los que se asociaron abiertamente con los saqueadores?

Escucho en la radio el despropósito de los petulantes elegir “con qué Diego se queda” cuando Diego ha sido todo.

Diego es la metáfora de la Argentina acosada por los perversos y capaz de resucitar de las cenizas mil veces mientras su corazón sufre. Tal vez su muerte nos avisa del riesgo de que un día también la Patria muera por una falla en el corazón a fuerza de instalar desde el marketing y las corporaciones el veneno de la fragmentación y el odio y de perpetuar  la injusticia social, el dolor de los pobres que el Diego nunca olvidó.

Diego el redentor. Nació en el barro del mundo negado, encontró una fisura en el sistema y se atrevió a concretar sus sueños, no sólo con talento sino con trabajo. Lo vimos lesionado, infiltrado, gordo, drogado y repuesto de todo. Padeció la desilusión y el robo de amigos de su infancia y del barrio. Lo vimos cambiar de entorno, rodearse de parásitos y defenderlos con amor, inmerecido como puede ser el amor, y con pasión hasta cuando pudo verlos.

Diego el malquerido. Lo vimos caer en la trampa que le tendieron los poderosos a los que enfrentó desde que su voz tuvo influencia y soportar el juicio de los mediocres. Y vimos en él lo que significa ser fustigado por los medios. Enfrentarlos y vivir para lucirlo.

Diego hermano, amigo, compañero. Si todavía no sé dónde te vamos a despedir -en esta pesadilla de barbijos y prohibición de los abrazos- en el día más triste de nuestros días, cuando tantos que discutimos hasta el color de la vida nos sentimos solos al unísono.

Ariel Magirena

Magnetítere: Clarín y el mito conveniente


 El progresismo funcional ha creado convenientemente el mito de un Héctor Magnetto todopoderoso para distraer la contradicción fundamental que sigue pensando sobre la Argentina, que es Patria o colonia. Pero cuál es el origen de Clarín y el verdadero poder de su temido CEO ?

Mientras Juan Perón irrumpe en la política argentina influyendo en las masas la necesidad de participar en un proyecto de desarrollo con soberanía y justicia social, se consuma (en agosto de 1945 con la fundación del diario Clarín) el proyecto socialdemócrata llamado «desarrollismo». 
Financiado por el Partido Comunista y dirigido por cuadros de su cuño con el fin de disputar al peronismo vislumbrante, recibe su primera derrota apenas nacido con la gesta del 17 de octubre. La tarea empresaria se había encargado al periodista Roberto Noble y la línea editorial al cuadro estalinista Rogelio Frigerio.
Su cometido era abiertamente antiperonista, alentando una alternativa que representara a la naciente clase media (comerciantes y profesionales) con el sector empresario (fortalecido con las políticas de gobierno desde la revolución del ’43), mientras por izquierda intentaba recuperar a la clase obrera que le había sido arrebatada por el peronismo.
Clarín se convertiría hasta hoy en el intérprete y vocero del llamado "progresismo" y en el órgano de propaganda del "desarrollismo" que se consuma en un efímero partido político después de asociarse con los radicales que siguieron a Arturo Frondizi en la ruptura de la UCR de 1957.
Con eficacia Clarín instaló agenda imponiéndose a los diarios tradicionales, La Nación y La Prensa, representativos de la rancia oligarquía local. Pero tras la muerte de Noble en 1969, reemplazado por su viuda Ernestina Herrera, comenzó a buscar su reemplazo en el rol empresario formando al contador Héctor Magnetto (hoy propietario de más del 80% del grupo convertido en oligopolio económico) desde su ingreso a la empresa en 1972.
Cuando -pese a la proscripción de casi dos décadas- el peronismo vuelve al gobierno en 1973 el proyecto desarrollista es derrotado e incapacitado por lo que el perfil de Clarín suspende su estrategia político-partidaria para convertirse en el imperio que hoy es, pero con la obsesión de conseguir instalar electoralmente un presidente que le respondiera. Para eso su ideología se adapta a las necesidades de la dictadura oligárquica y genocida cuando se produce la primera etapa de crecimiento al asociarse con empresas vinculadas con la obra pública y recibir, mediante maniobras delictivas como cohersión y tortura a una mujer (Lidia Papaleo) su participación en el monopolio de Papel Prensa.
Su poder trasciende el derrotero de sus cómplices en el gobierno de facto y comienza su etapa de influencia en la política nacional aprovechando su lugar dominante en la prensa que refuerza cuando el alfonsinismo le otorga ilegalmente Radio Mitre pese a que Raúl Alfonsín ya era víctima de las maniobras destituyentes que le pondrían fin adelantado a su mandato.
Desde entonces el cometido de Magnetto fue conseguir lo máximo posible de cada gobierno al que ayudó a llegar a la presidencia para, luego y con más poder, presionarlo por más privilegios o buscar su destitución.
El peronismo, como maldición que acosa a Clarín, consigue, pese a la obscena oposición declarada como «periodismo de guerra», imponer a Cristina dos veces en el gobierno aunque jamás se atrevió a dar el golpe que pusiese fin al poder del grupo que ya, claramente, no necesitaba ni pretendía un partido para gobernar. 
El suicidio electoral promovido por el progresismo en 2015 permitió la presidencia del candidato de Clarín, Mauricio Macri. 
Delirios del tipo «perder para volver» y «hay que dejarlos hacer que se caen solos» redundaron en un plan de saqueo que no encontró oposición e incluso pudo derrotar electoralmente en 2017 a la propia expresidenta contendiendo contra un personaje menor de la política como era Esteban Bullrich. Ese exito, sin embargo, desnuda el poder de tigre de papel, de Magnetto y Clarín.
Cómo en los gobiernos de Alfonsín, Menem, De La Rúa (un caso muy especial que merece otro artículo) y Néstor Kirchner, llegó el momento en que Macri cambió de patrón por uno mas poderoso: en todos los casos (menos el de Kirchner, que se propuso SER él, el patrón) el sistema financiero mundial.
No era un riesgo que Magnetto no advirtiera pero sí uno contra el que jamás pudo. Por eso su confesión de que su plan comenzaba por dar apoyo al presidente disminuirlo después mientras lo presionaba y finalmente buscar su derrota o caída.
Hoy estamos frente a un fenómeno político que Perón catalogaba «de cabotaje» mientras sigue imperando la política internacional -en la que Clarín es socio, pero de ninguna manera patrón-.
Así el monstruo de papel funge como los capataces negros de las viejas haciendas esclavistas del sur estadounidense: tiene toda la autoridad sobre las vidas de sus hermanos de raza y disfruta de sus privilegios, pero no manda.
En un gesto de autopreservación -frente a la debacle económica de un macrismo con permiso extranjero para dejar tierra arrasada en la Argentina (para su propio beneficio) mientras consumara el plan colonial, el superCEO instruyó a su alfil Alberto Fernández a negociar con Cristina. Pero la maldición del peronismo (del que en este gobierno sólo tiene un sello formal diluido en una alianza neoliberal con atuendo progre como la de De La Rua) hizo que su ungido lo traicionara apenas al comenzar su gobierno para recibir instrucciones directas de una de las dos facciones de la interna hegemónica mundial.
Magnetto -beneficiado por las políticas del albertismo además del generoso aporte de la pauta oficial- sólo ejerce hoy su impronta opositora como un club de fútbol que sigue entrenando pese a no haber clasificado.
Mientras tanto, por primera vez, no hubo cambios políticos ni económicos con el traspaso de gobierno por lo que no queda nada del romance habitual que cada nuevo mandatario tiene con su electorado y sólo lo sostiene la versatilidad de un relato cada vez menos creíble y su propia estructura de medios, desprestigiada y sin credibilidad como artilugio de diseño que distrae y confunde con el fin de retrasar, todo lo posible, una reacción popular o una manifestación de lo que cultiva en el pueblo.

«Divide y reinarás» tiene como ariete un plan de fragmentación social con una agenda que comparten tirios y troyanos que resulta más eficaz que «la grieta» a la que se suma. Pero este momento evidencia una regla de la que nos distraen con éxito y podemos adaptar (ya que los optimistas eligieron llamar Capitán Beto al mismo al que muchos llaman piadosamente Alverso): «donde manda almirante, capitán es puesto menor»